El patrocinio comunitario une a personas de todo el mundo. En esencia, se basa en una idea sencilla pero radical: gente corriente que ayuda a las personas refugiadas a llegar a un nuevo país y asentarse en él. Con el apoyo de organizaciones como Amnistía Internacional, las personas que hacen patrocinio comunitario también contribuyen a cambiar la conversación sobre quienes buscan asilo, incluso en el más hostil de los entornos. Desde Reino Unido hasta Argentina, las personas patrocinadoras y las refugiadas cuentan sus historias:
John Barker (centro), 71 años, de Londres (Reino Unido)
Tras retirarme de la enseñanza hace cinco años, tenía ganas de encontrar algo a lo que dedicarme. Me encantaba trabajar con gente y sabía que quería hacer algo para ayudar a las personas refugiadas. Quizá se deba en parte a que mi padre fue un niño evacuado desde Bretaña a Nueva Zelanda durante la II Guerra Mundial Junto con mis amistades de la parroquia de Hampstead, decidí que el patrocinio comunitario era el camino. Formamos un grupo de patrocinio junto con iglesias de otras confesiones.
Tardamos casi un año en traer a Reino Unido a Rahaf, Monther, a su hija Aseel y a su hijo Mohammad. Vivían en un campo de personas refugiadas de Jordania tras huir de Siria.
He aprendido muchas cosas del patrocinio comunitario. Soy una persona retraída, pero patrocinar a Rahaf y a Monther me ha enseñado a luchar por otras personas, a pensar en cómo convencer a la gente para que se una a este programa y a elaborar estrategias para hacer las cosas.
Me han enseñado mucho desde que llegaron. He aprendido sobre cultura musulmana y he visto que pueden ser amigas personas de todas las religiones.
Veo mucho a la familia y estoy con ellos, sea porque necesitan ir a la oficina de empleo, usar el sistema de transportes de Londres o aprender inglés. Veo a Monther cada tanto para enseñarle inglés ¡y ha progresado mucho! También tomamos el metro juntos. Pensé en llevarlo a algún sitio pintoresco, así que fuimos a Charing Cross. Cuando vio el río, me agarró del brazo y dijo: “¡John, John!”, emocionado por cruzar el río, y empezó a hacer videollamadas a sus amigos en Jordania y Líbano, animándome a saludar.
Es genial ver lo lejos que ha llegado la familia en ocho meses. Me emociona que los niños estén yendo a la escuela. Estamos aprendiendo mutuamente todos los días y es una maravilla. Incluso después de un día realmente horrible de trámites y papeleo, volveremos a su apartamento y harán la comida más deliciosa.
Es muy importante apoyar a las personas que se han visto obligadas a huir de sus países. La gente vive en condiciones terribles; Reino Unido es un país rico y debemos hacer mucho más para ayudar. Hablando con otros patrocinadores, está claro que recibes del programa mucho más que lo que das.
John Barker, 71 (izquierda), con Rahaf, 25, y Monther, 30, de Siria, y sus hijos Aseel y Mohammad en su casa en Londres, Reino Unido, 10 de junio de 2019.
La familia recibió el apoyo de un grupo de patrocinadores de Hampstead. Iglesia parroquial en el norte de Londres. John, un maestro retirado, es una figura
clave en el grupo de patrocinio, ve a la familia regularmente y se reúne con Monther una vez por semana para enseñarle inglés.
Rahaf, de 25 años, y Monther, de 30, de Siria
Rahaf (segunda por la izquierda) - Nací y crecí en Siria. La vida allí era maravillosa. Fui a la escuela y disfruté de estar con mi familia. Cuando tenía 16 años, mi hermana mayor me presentó a Monther y nos casamos.
El conflicto sirio empezó en 2011. Había bombardeos desde el aire y combates en tierra. Temíamos por nuestra vida, así que huimos de Siria y fuimos a Jordania. Los primeros tres años vivimos en un campo de refugiados de la ONU, donde nació mi hija. Después nos dieron permiso para ir a Madaba, donde nació mi hijo Mohammad.
Monther consiguió trabajo como barrendero y yo trabajaba de criada al mismo tiempo que hacía un curso de puericultura de seis meses de la ONU. Vivimos en Jordania siete años, pero no nos sentíamos bienvenidos. Solicitamos venir a Inglaterra por la seguridad de nuestros hijos.
Desde el momento en que llegamos, las personas que nos patrocinan hicieron que nos sintiéramos bienvenidos. Al principio fue difícil adaptarse. No hablábamos inglés y no sabíamos lo que había que hacer, pero ahora la vida está empezando a ser más fácil. Monther y yo estamos aprendiendo inglés. Mis hijos están contentos y adaptados en la escuela y también empiezan a hablar inglés. La primera palabra en inglés que dijo Mohammad fue “bananas”: ¡le encantan los plátanos!
Mi objetivo es mejorar mi inglés para poder trabajar como niñera o asistente escolar. Vivir en Londres es caro, así que los dos tenemos que asegurarnos de conseguir una buena vida para nuestros hijos.
Quiero dar las gracias a mis patrocinadores desde el fondo de mi corazón. Han hecho mucho por nosotros. Nos han enseñado el estilo de vida británico, el idioma y cómo ir de un sitio a otro. Hay mucha gente que aún necesita ayuda en Siria; la guerra no ha terminado y todavía no es seguro regresar, así que es importante seguir ayudando a otras personas.
Monther (cuarto a la izquierda) – En Siria mi familia tenía tierras. Teníamos olivos y cultivábamos trigo, pero cuando empezó la guerra tuvimos que talarlo todo para que los combatientes no pudieran esconderse entre los árboles y la vegetación. Huimos a Jordania, y la vida en el campo era difícil. Lo más duro era que, una vez que estabas en el campo, no podías salir. Cuando vinimos a Reino Unido hicieron que nos sintiéramos bienvenidos, como si fuéramos parte de la familia. No nos trataron como a personas refugiadas, sino como personas. Cuando llegamos al aeropuerto, todas las personas patrocinadoras estaban allí para recibirnos. Nos dieron abrazos y nos sentimos contentos y cómodos. Hicieron que nuestros hijos se sintieran muy cómodos y nuestra casa estaba toda preparada. Hemos aprendido mucho de nuestros patrocinadores, y nosotros les hemos enseñado también sobre el estilo de vida sirio y lo que significa ser una familia muy unida.
Eddy se mudó a Argentina, después de huir de Siria, como parte de un programa de patrocinio comunitario. Su patrocinadora, Susana,
lo ha estado ayudando a instalarse en la vida.
Eyad Jaabary (Eddy), 30 años, de Siria
Mi vida en Siria era totalmente normal. Estudié Literatura Inglesa, hice una maestría y empecé a enseñar inglés. Salir de Siria no fue una decisión fácil. Decidí marcharme por muchas razones; la más importante era que no quería hacer el servicio militar. En Siria, el servicio militar es obligatorio al cumplir 18 años. Se puede aplazar si vas a la universidad, pero después de terminar la maestría, había agotado todas las posibilidades.
No quería arriesgarme a olvidar todo lo que había aprendido sólo para ir a luchar en una guerra en la que no creía. Puedo servir a mi país de otras maneras, enseñando a niños y niñas o formando parte del sistema educativo, pero no existía esa posibilidad. No tuve más elección que irme.
Como debía hacer el servicio militar, sabía que habría controles exhaustivos en la frontera, así que tuve que hacer cosas que nunca pensé que haría para llegar a Líbano, desde donde iba a volar a Buenos Aires (Argentina). Cuando llegué al aeropuerto en Líbano no me permitieron subir al avión porque tenía que pasar por París y no podía hacerlo con un pasaporte sirio, así que Susana, mi patrocinadora, me ayudó a reservar un vuelo vía Roma (Italia).
Desde que llegué a Argentina, he tenido mucha suerte. Tengo unos patrocinadores maravillosos que me han proporcionado todo lo que necesito para aprender el idioma y buscar trabajo. Mis patrocinadores, Susana y su esposo Patricio, son muy valientes; fue mi amiga Nairouz quien les contó mi historia. En una semana empezaron a hacer los trámites.
Nuestra relación no puede ser más positiva. Trasladarme aquí solo fue difícil, pero me están ayudando a adaptarme y a recuperar mi independencia. Ahora vivo en una habitación alquilada en una casa compartida y he encontrado trabajo en una escuela. Ellos han hecho que el proceso sea mucho más relajado y hemos forjado un vínculo familiar; ¡siempre estoy en su casa para la barbacoa!
Venimos de culturas muy diferentes, pero hemos aprendido mucho mutuamente. Yo he aprendido lo que es trabajar duro: ambos tienen más de 60 años, pero trabajan cada día y son muy activos. Yo les he enseñado sobre mi cultura, nuestra comida y la importancia de la relajación; bueno, estoy intentando enseñarles eso.
Ya me siento parte de la comunidad; tengo muchas amistades y colegas argentinos, y me gustaría seguir trabajando en la escuela y ahorrar para mudarme a otro apartamento y traer a mi hermano desde Siria.
Está siendo una experiencia increíble hasta ahora y estoy encantado de poder contar mi historia. Quiero dar las gracias a la comunidad argentina por ser tan abierta, receptiva y acogedora para quienes venimos de afuera. Esperaba hostilidad, pero cuando le digo a la gente que soy de Siria, simplemente sonríen.
Susana Gutiérrez Barón decidió tomar acción, ella se involucró con un plan de patrocinio comunitario en Argentina, patrocinando a Eddy para que viniera de Siria.
Susana Gutiérrez Barón, 65 años, de Argentina
Me acuerdo de ver la famosa fotografía del bebé [Alan Kurdi] que murió en una playa de Turquía. Mi esposo y yo nos miramos y supimos que teníamos que hacer algo. Como muchas personas de todo el mundo, las imágenes nos impactaron y nos animaron a actuar. No podíamos acabar con la guerra, así que decidimos dedicarnos a recibir a familias y a ayudarlas a encontrar trabajo.
Aprendí un montón de cosas de este proceso. Cuando querés ayudar a alguien, tenés que pensar en lo que necesita esa persona, no en lo que vos querés dar. La comunidad siria es diferente y vivir en una dictadura puede tener un enorme efecto en la gente. Crecí mucho durante este proceso y aprendí a actuar sin esperar nada a cambio.
Nuestras amistades están sorprendidas de lo que estamos haciendo y a mí me sorprende que les sorprenda, porque para nosotros es algo muy natural. Creo de veras que cuando una da pequeños pasos para cambiar el mundo que nos rodea, pueden pasar cosas sorprendentes.
Es importante trabajar estrechamente con el equipo de patrocinio que te rodea, hablar con ellos y compartir experiencias. El patrocinio comunitario ofrece posibilidades de crear una red y establecer una conexión. Pero, para mí, la conexión más importante es el vínculo humano que establecí con Eddy; nada se compara con eso.
Conoce más en: http://www.patrociniocomunitario.org/