Por Mustafa Qadri, investigador de Amnistía Internacional sobre los derechos de las personas migrantes en el Golfo. Para seguirlo en Twitter: @mustafa_qadriEn enero de este año, el Bayern de Múnich voló a Qatar para una semana de entrenamiento al sol en la Aspire Academy, moderno centro deportivo construido a la sombra del emblemático Estadio Internacional Jalifa de Doha.Al preguntarle los periodistas por el historial de Qatar en materia de derechos humanos, el capitán del club, Philippe Lahm, dijo: "Todo el equipo está al tanto de lo que está pasando en Qatar. No tenemos los ojos cerrados."Jamás habrían podido Lahm y sus compañeros de equipo imaginar los abusos que soportaban los migrantes que trabajaban en los jardines de su alrededor y en el cercano estadio seleccionado para acoger una semifinal de la Copa Mundial de 2022.El año pasado
hablé con jardineros encargados de mantener los espacios verdes del complejo deportivo de la Aspire Zone y con obreros de la construcción que trabajaban en el Estadio Jalifa. Estaban alojados en condiciones de hacinamiento y falta de higiene, obligados a dormir en habitaciones para ocho personas, y a duras penas podían sobrevivir, y menos aún pagar las deudas contraídas con las agencias de contratación o enviar dinero a casa para las familias que dependían de ellos. Algunos llevaban meses sin cobrar sus salarios.La FIFA no puede desentenderse de estos abusos. Encargar el informe Ruggie sobre el examen de las políticas de la FIFA en materia de derechos humanos constituye un importante avance.
Pero no basta con publicar un informe. El historial de la FIFA en materia de derechos humanos debe juzgarse atendiendo a las medidas concretas que adopte ahora. Es una oportunidad para que Infantino muestre qué tipo de organización quiere dirigir: ¿será una que respete los derechos humanos?
Por Qatar han pasado algunas de las mayores estrellas del fútbol, debido a sus instalaciones y su hospitalidad, pero los trabajadores empleados en la construcción del Estadio Jalifa aseguraban que su vida allí era una prisión.Los clubs europeos aprecian el soleado invierno, pero, a diferencia de los trabajadores migrantes, no tienen que soportar temperaturas abrasadoras durante las partes más calurosas del día. Los trabajadores no tienen elección. Muchos saben que si se paran o piden permiso por enfermedad, no les pagarán.La FIFA sembró las semillas de estos abusos cuando concedió la Copa Mundial 2022 a Qatar en 2010 sin tener en cuenta las consecuencias para los trabajadores migrantes. En los cinco años transcurridos desde entonces, la FIFA y Qatar han prometido hacer la vida mejor a los centenares de miles de trabajadores empleados en la construcción de los estadios, hoteles, carreteras y medios de transporte público necesarios para acoger la Copa Mundial. El informe de hoy es algo que la FIFA debería haber hecho hace años. Si no va acompañado de medidas inmediatas, no servirá de mucho porque será ya demasiado tarde.Mientras la FIFA sigue sin hacer nada, Qatar utiliza la Copa Mundial como trampolín con el que impulsar su imagen de prestigioso destino para la élite mundial del fútbol. Este invierno han entrenado en la Aspire Zone clubs como el Bayern de Múnich, el Everton y el París Saint-Germain, lo que pone de relieve que Qatar se ha convertido en centro de élite del fútbol mundial.La FIFA no puede ya mostrarse indiferente ante los derechos humanos en el país. Ha habido muchas señales de advertencia sobre los riesgos de una Copa Mundial basada en abusos, pero la FIFA no ha hecho caso. Ahora, el primer estadio que va a terminar de construirse para el campeonato está ya marcado por la explotación.Se supone que el deporte genera esperanza e ilusión, pero en Qatar el fútbol está dejando caer a los trabajadores migrantes en la desesperación y el desaliento.La Copa Mundial es siempre un momento muy especial en la vida de todo aficionado al fútbol, que comparten millones de personas en todo el mundo. Pero ningún aficionado quiere ver el fútbol en
estadios construidos con abusos. Desde luego no una semifinal de la Copa Mundial, que tan a menudo ofrece momentos emblemáticos ¿Recuerdan los aficionados ingleses las lágrimas de Gazza en 1990? Hasta 390 millones de personas vieron llorar a la afición brasileña cuando su equipo perdió contra Alemania en 2014. La semifinal de 2022 podría ser recordada por las lágrimas de los trabajadores migrantes.Es la prueba de fuego por la que se juzgará a la dirección de la FIFA. Si sigue sin hacer nada, los aficionados al fútbol verán por sí mismos los resultados si asisten a la Copa Mundial 2022. Las víctimas serán el personal de sus hoteles, de los comercios y de las zonas para la afición. Ocuparán sus asientos en el Estadio Jalifa y verán a sus equipos entrar en un campo construido con abusos y sufrimiento.Sólo con presión a Qatar para que reforme la legislación que deja a los trabajadores migrantes a merced de los abusos de sus empleadores se hará patente que el órgano de gobierno del fútbol ha dejado atrás los tiempos en que ponía los beneficios por encima de las personas. Sólo entonces demostrará estar capacitado para ser el guardián del deporte favorito del mundo.Por eso debe cada aficionado
pedir a la FIFA y a sus patrocinadores que hagan muchísimo más aún para conseguir que se ponga fin a la explotación de los trabajadores migrantes en Qatar.